“Alicia se coló por la boca de la madriguera, sin pensar ni un solo instante en cómo podría salir de allí”. Lewis Carroll

martes, 28 de julio de 2009

PRINCESS AURORA

Para las valerosas Auroras cuyo corazón infinito mira al norte desafiando oscuridades y filosos colmillos de Skoll oculto en las tinieblas para romper el trono de cristal y despertar, sin meditarlo, la furia de Thor cuya fuerza medirá en las propias mandíbulas. Luca Turilli es un músico italiano que integra la música clásica al power metal produciendo canciones como esta en que la mitología nórdica renace. Infinito el amor e infinita la maldad en todas las épocas y continentes. Dedicada también a los caballeros que esperan, de frente y sin máscaras, el milagro del amor.

domingo, 26 de julio de 2009


SOY INFINITO

Puedo amar sin posesiones burdas

ni estremecimientos condicionados.

No necesito amar a un sólo hombre

ni decir a otros que lo amo para mostrar respeto.

¿El amor es un algo espiritual que se pide a las hembras

a cambio solamente de su libertad?

¿Cuál es la perversión? ¿Dónde está?

¿En el que da o en el que quita?

¿En qué lugar colocamos la generosidad de un alma

que no se agota en nimiedades?

Si el amor no fuera lo que sucede entre los cuerpos

o la impalpable intimidad del instante que trasciende la piel

Jamás amaría.

El amor no se roba la libertad del otro.

El amor es aire y agua que busca, vuela, entorbellina

y explota en el fuego de una mirada.

El amor es un ancla en el centro del huracán

que todo lo abisma y todo lo transforma.

No soy esposa ni amada de nadie. Soy amante.

Sólo porque sólo se trata de sentir.


Morgaine Nin Reznor Miller y

Angélica Santa Olaya D. R. ©

domingo, 19 de julio de 2009


UN SONETO POR AMOR A LOS MAESTROS

La reunión en la Casa de Lectura Condesa fue gratificante. Los asistentes -no muchos, pero sí muy interesados, participativos y atentos- fueron el disparador de recuerdos, travesuras infantiles y nostalgias de mi relación con los libros como objetos proporcionadores de placer y como tablas de naufragio. Entre otras cosas surgió el tema recurrente de la poesía clásica. Mi opinión se reduce a que no se puede, o al menos no se debe, escribir verso libre -que por otro lado no es tan libre como parece (Saúl Ibargoyen dice que es la libertad encadenada)- sin aprender a escribir -al menos por disciplina y respeto a los maestros cuya trayectoria no puede ser ignorada en pos de la modernidad y del progreso- una décima, un soneto, una copla o sin saber si un verso es octosílabo o endecasílabo o sin saber qué es una elipse, una hipérbole o un oxímoron. Yo tuve una excelente maestra de retórica y poesía clásica que fue Dolores Castro y mi primer libro de poesía incluyó algunas formas clásicas a modo de manifestar mi respeto por el lector, por los maestros del pasado que nunca se va del todo y de mostrar que, si hago verso libre es porque ya sé hacer lo que venía atrás. Dejo aquí un soneto que forma parte de este libro Habitar el tiempo para variarle un poco al asunto y que puedan leerlo quienes, el día de la reunión, me pedían un poema clásico que mi meningítica memoria no pudo recordar. Dicho sea de paso, es un poema que aún me gusta...


SONETO SIN DUEÑO


Ajeno oropel llegaste un día

en un barco turquesa y polvoriento,

¿por qué nunca zarpaste de mi puerto

si dulces provisiones prometía?


Te miraba y mi alma se rendía,

escuchando tus pasos de desierto,

pasos agua refugio del sediento,

comienzo de intangibles herejías.


Fuiste mar complaciente y perturbado,

ola que iba y venía por mis lugares

dejándome tan sólo lo salado.


Tu barco ya no ancla en estos lares,

el cielo gris te llora desgarrado y

mi ventana se pudre de pesares.



Angélica Santa Olaya D. R. ©
"Habitar el tiempo", Ed. Tintanueva, México, 2005.

lunes, 13 de julio de 2009


ALICIA LA NECIA EN EL
CENTRO DE LECTURA CONDESA

Este próximo jueves 16 de julio, dentro del programa
Guias de lectura, promovidas por el INBA y CONACULTA,

Angélica Santa Olaya

estará en el Centro de Lectura Condesa de 17 a 19 horas.

La idea es conversar sobre los libros y compartir lecturas y recomendaciones literarias.

La cita es en Nuevo León 91, colonia Condesa,
México, D. F.

Los espero.

Para más información sobre las actividades del
Centro de Lectura Condesa vayan AQUÍ.

Fotografía: Angélica Santa Olaya D. R. ©

sábado, 11 de julio de 2009


A PROPÓSITO DE MINIMIZACIONES...

Dejo aquí este cuento del maestro Augusto Monterroso:


EL ECLIPSE


Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba n el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo. Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas. Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida. -Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura. Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.

Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado, mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

Augusto Monterroso D. R. ©

"Cuentos"
Alianza Editorial, Madrid, 1986.